domingo, 11 de agosto de 2019

Las rabietas en adultos y la regla de las 3 horas


Las rabietas en adultos son comunes, seguramente más de lo que pensamos, quizás porque no se visibilizan de manera tan llamativa como en los niños. Por norma, las nuestras son más discretas, calladas y silenciosas porque, al fin y al cabo, también nosotros nos damos de bruces con nuestras frustraciones, con esas emociones adversas que nos dejan sin templanza.


Admitámoslo, ni los años ni la madurez nos convierten en criaturas solventes y eficaces en materia emocional. Es cierto que en alguna ocasión nos encontramos con adultos que estallan en berrinches, protestas y dramatismos de la misma manera que lo hace un un niño de tres años. Ahora bien, cabe señalar que en cada uno de nosotros también se esconde un niño que se siente dolido y afectado cuando el mundo no es como uno espera.

Tener unas altas expectativas sobre determinadas cosas y ver que no se cumplen, no saber manejar la decepción, el enfado o incluso acumular un exceso de emociones negativas, son esas situaciones que, tarde o temprano, acaban implosionando en nuestro interior como pequeños agujeros negros donde se escapa la calma y el bienestar.

Todos experimentamos rabietas en nuestro día a día pero más o menos las sabemos disimular con precisión. Experimentar de manera constante estas situaciones nos conduce hacia estados muy desgastantes. De ahí que sea interesante conocer una estrategia sencilla.

«El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro racional».
-Daniel Goleman-

Las rabietas en adultos y la regla de las 3 horas

Las rabietas en adultos son muy comunes pero, eso sí, se manifiestan de manera muy diferente a como aparecen en la infancia. Para empezar, una de las razones por las que muchas personas acuden a terapia psicológica es porque el nivel de ansiedad que sufren es tan elevado que ya no saben qué estrategia aplicar. Así, cuando se profundiza un poco más en el origen de ese estado disfuncional, es común descubrir un mismo patrón.

Hay quien siente como todos aquellos que le rodean acaban provocándole una desilusión. Familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo, etc. Todos le fallan, todos hacen algo que tarde o temprano tiene consecuencias que le sancionan. Esa frustración se materializa muchas veces en forma de rabieta interna. Son pataletas silenciosas donde la mente se bate entre la desilusión, la rabia y la decepción.

Las rabietas en adultos no se manifiestan tirando o rompiendo cosas. Gran parte de ellas acaban en la soledad de una habitación donde desahogar las lágrimas. No es fácil, como vemos, racionalizar muchas de las cosas que nos ocurren en el día a día; hay quien es más hábil para manejar y aceptar la frustración y la decepción cotidiana. Otros, en cambio, son más vulnerables y de ahí que sea esencial tener a mano algún recurso.

El siguiente puede ayudarnos.

Rabietas en adultos: la regla de las tres horas

Señala Daniel Goleman en su libro Emociones destructivas que nuestro cerebro emocional es el que reacciona antes ante todo aquello que acontece en nuestro entorno. Esto significa que cualquier cosa pasa antes por el filtro emocional que por el racional.

Algo así también nos lo demuestran estudios como el llevado a cabo por otros expertos como Joseph E. LeDoux de la Universidad de Nueva York: somos esas personas que actúan básicamente por emociones, y de ahí que en más de una ocasión esta «nos jueguen malas pasadas».

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando nos sentimos atenazados por las emociones? ¿Cómo actuar en esos momentos en que solo sentimos rabia y frustración cuando pasa algo que no nos gusta? Tomemos nota.

Tienes tres horas para actuar: respira, céntrate y actúa

Las rabietas en adultos suelen tener consecuencias negativas. Por una parte (y menos frecuente), están los que reaccionan de manera sobredimensionada, levantando la voz, hablando de manera irrespetuosa o incluso tirando objetos. Por otro lado (y mucho más común), se hallan aquellos que optan por lidiar en silencio con su rabia y frustración.

Para evitar ambas situaciones, cabe una sencilla estrategia con un peculiar punto de partida: la concienciación. Tras ese acontecimiento adverso, molesto o frustrante, tenemos 3 horas para actuar de manera correcta. Pasado ese tiempo se nos habrá hecho tarde para solucionar esa situación de manera madura, adulta y solvente. También para lidiar de forma adecuada con el nudo emocional de la frustración.

Debemos seguir los siguientes pasos:

Respira, no te dejes llevar por la primera emoción

Cuando nos sentimos frustrados lo primero que emerge es la rabia. Podemos (y debemos) aceptar su presencia, pero nunca dejarnos llevar por ella. El primer paso que debemos llevar a cabo es remitir su impacto, aliviar la tensión física que acompaña dicha emoción y atenuar los pensamientos adversos que suele traer con ella.

Si la ira y la rabia están bajo control todo será más fácil y razonaremos mejor. Así, una técnica para lograrlo es la respiración profunda.

Céntrate, mantén la templanza

Las rabietas son propias de esos niños que aún no saben manejar su universo emocional. Lidiar con esas pataletas es parte normal de su proceso de madurez. Por tanto, como adultos ya deberíamos haber transitado por esa etapa; si no es así, tomaremos medidas. La más importante, después de haber aplacado la rabia es centrarnos, pensar de manera madura y equilibrada.

Tenemos tiempo para hacerlo, a lo largo de dos o tres horas profundizaremos en el por qué de nuestro malestar y frustración:

¿Qué es lo que me ha molestado? ¿Hay una razón lógica para que me sienta así?
¿Qué debería hacer para sentirme mejor y evitar que esa situación vuelva a repetirse?Con calma y paciencia responderemos a esas cuestiones.

Actúa

El último paso, y el más importante, es generar una respuesta o una conducta ajustada a lo largo de esas tres horas. No vale dejarlo para mañana. Las rabietas en adultos acontecen porque hay algo que ven como una amenaza, algo que les frustra, que les recorta derechos. Si después de hacer nuestra valoración, consideramos que es justificable hacer algo, lo haremos.

Pediremos explicaciones a quien nos ha hecho daño, exigiremos respeto o marcaremos límites. Se trata, en esencia, de llevar a cabo una conducta adecuada y razonada para sentirnos mejor, para ganar en respeto y madurez. Ahora bien, si después de reflexionar nos damos cuenta de que hemos actuado de manera impulsiva, es un ejercicio de valor admitirlo y pedir perdón.

La madurez emocional no llega con el tiempo, no es una actualización de fábrica que se instala sola alcanzada una edad. Somos nosotros quienes debemos favorecer ese proceso y, para ello, nada mejor que trabajar esas rabietas internas con las que lidiamos de manera silenciosa.

Valeria Sabater

Atrévete a ser feliz.


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