lunes, 26 de agosto de 2019

LA CULPA Y EL CASTIGO: NO SER NOSOTROS MISMOS. Por Laura Foletto



Tema recurrente en terapia: la culpa. Por si hago, por si no hago; por si soy egoísta, por si doy demasiado; por si fui esto o aquello; por si tengo, por si no tengo… por cualquier cosa… el ego siempre se las ingenia para encontrar motivos.


Nace en nuestra infancia, cuando no somos como “debemos” ser: revoltosos, gritones, llorones, sensibles, agresivos, encerrados, salidores, lectores, volados, contestadores: podemos ser de muchas formas, pero si no se adecúan a lo que nuestros padres (y la sociedad) esperan, nos tratan de formar a su imagen y semejanza o a su idealización o a lo que ellos piensan que es lo mejor para nosotros.


La manipulación puede darse explícitamente (“no te voy a querer más si haces esto” o “me lastima que seas así” o “está mal que pienses de esta forma”) o implícitamente (silencios, gestos represores, tonos de voz, falta de cariño, no hablar de determinados temas). El hecho es que nos queda una sensación interna de que somos inadecuados, insuficientes, malos, erróneos, feos, anormales, etc.



Podemos responder siendo adaptados o rebeldes. Los primeros ceden y se transforman en niños buenos, siguen las reglas, se conforman al sistema. Los segundos continúan reclamando cariño o reconocimiento o aceptación a través de conductas agresivas, de hacer lo contrario a lo que se espera de ellos, llevando sus exigencias a la sociedad a través de luchas por distintas cosas. En la base, ambos son dos caras de la misma moneda. Cambia la actitud, pero siguen sintiéndose incompletos, necesitados, incorrectos.



De esta falta de aceptación de uno mismo nacen los “debería”, los “tengo que”, que martirizan con sus exigencias y perfeccionismos. Lo que está en el fondo es “si fuera de tal forma, entonces tendría...”. Nos llenamos de pequeños y grandes programas para lograr metas exteriores, para adaptarnos y manipular como hicieron con nosotros, para tapar el vacío y lo que consideramos malo, para cambiarnos por lo que parece ser el modelo social de éxito. Es la fórmula de la desdicha y la frustración, porque sólo podemos ser felices siendo quienes somos y no otros.



Como es imposible dejar de ser uno, aparece la culpa y ésta exige castigo. ¡Y somos muy ingeniosos en castigarnos! Y crueles, porque buscamos nuestros lugares más preciados y sensibles. Y porque lo hacemos eterno: no bastan unos años, es cadena perpetua. Cada nueva caída clama otra sentencia y así andamos, dejando en la cárcel a nuestros Niños Internos, privados de amor y apoyo.



¿Cómo lo liberas? Reconociéndolo y aceptándolo así como es: un niño maravilloso, original, precioso, lleno de dones y cualidades, inocente, alegre, entusiasta, deseoso de jugar en el mundo a sus anchas, ilimitado. Perdonando a tus padres reales (porque forman parte de la cadena de culpabilidad e inconciencia de la humanidad; porque hicieron lo que podían o creían mejor o hicieron con ellos; porque tú los elegiste para acabar con el asunto,) y a ti mismo, por sobre todo.



¿Cómo lo haces en el día a día? Soporta la culpa. No huyas de ella ni te dejes invadir automáticamente ni respondas agrediendo. Respira la sensación opresiva que te cierra el pecho y te ahoga la garganta hasta que ceda. Establece límites amorosos para ti y sostenlos con cons
tancia.  Una y otra vez hasta que la culpa deje de existir en tu vida como un motor de represión.

La conciencia es el antídoto.  A tu Ego le falta todo.  A tu Ser no le falta nada, es completo.  Se dice que LA Culpa proviene de nuestra separación de Dios, de no ser  parte de Él sino un ente autónomo y diferenciado, por lo que proyectamos un Dios vengativo e iracundo.  Cuando entiendes, rompes el hechizo y comprendes que siempre has sido Uno con Él.  Nos puede llevar toda una vida sentirnos Uno Con Todo Lo Que Es y dejar la separación (el ego) de lado, pero es el mejor y el único camino.




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