miércoles, 10 de abril de 2019

Venganza, por qué no sirve de nada.


La venganza es un plato que se sirve mejor en frío. Esta máxima nos acompaña haciendo que en muchas ocasiones esperemos el momento en que podamos vengarnos de quien nos ha hecho daño o perjudicado. No obstante, esto no tiene mucho sentido. Veamos por qué.
Por qué sentimos deseos de vengarnos

En primer lugar, vamos a ver mejor en qué consiste la venganza. Vamos a profundizar en este término tan común, utilizado e incluso idealizado por muchas personas, ya que creen erróneamente que esta sensación les hará sentirse mejor.

La venganza es una forma de castigo que es aplicada por una persona que ha sido dañada física o psicológicamente. Se trata de un modo de perjudicar a alguien que nos ha hecho sentir dolor, sobre todo si sentimos que esta nos ha traicionado de algún modo.


En este caso, la persona siente el deseo de dirigir dicha venganza hacia el individuo que le ha prodigado tal daño. Lo más habitual es que se intente perjudicarle de alguna forma que, de un modo u otro, acabe por relacionar con nosotros de forma que acabemos sintiendo que hemos saldado una deuda pendiente.

Dicho así, la venganza puede parece algo completamente aceptable, normal y hasta comprensible. No obstante, si seguimos profundizando en el concepto nos daremos cuenta de un matiz: al planear una venganza estamos insistiendo y poniendo nuestra energía en esa persona que nos ha hecho daño.

Estamos permitiendo que esa persona que nos ha dañado siga controlando una parte de nuestra vida y de nuestra mente. Mientras planeamos o pensamos en cómo hacerle daño, estamos poniendo nuestros pensamientos en ella y dejando que continúe afectándonos su acción pasada.

Por otro lado, además, cabe la posibilidad de que mientras nosotros nos esforzamos por hacer daño a esa persona, esta siga su camino sin tenernos en cuenta. De este modo logramos acentuar aun más el daño que nos ha hecho, pues estamos poniendo nuestro bienestar mental en las manos de alguien a quien no importamos lo más mínimo.

Esto repercute de forma directa en una merma de nuestra autoestima. Esto es, el autoconcepto y respeto que sentimos hacia nosotros mismos, lo cual es lo más importante para sentirnos a gusto y alcanzar felicidad y paz mental.

También es importante señalar que, según los estudios al respecto, las personas más proclives a desarrollar comportamientos de venganza son aquellas con unapersonalidad sádica. Es decir, aquellas que son propensas a disfrutar con el sufrimiento ajeno.
Ponernos en paz con nosotros mismos, la clave para superar el dolor

Esta es la clave de que la venganza no sea positiva para la persona que la aplica. La razón es muy simple: seguimos anclados en lo que nos hizo, en ese daño que sentimos a través de esa persona y envenenándonos al ver cómo esta sigue su vida.

En lugar de esto sería mucho más sano a nivel mental continuar con nuestro camino. Para ello lo ideal es centrarnos en recuperarnos de este daño y trabajar en nosotros mismos a nivel interno para ponernos en paz.

Pero, ¿cómo poner remedio a estos deseos de venganza y quedarnos tranquilos? Esto requiere de un proceso largo de introspección y trabajo con uno mismo. Lo primero que deberíamos hacer es transmitir y comunicar a la persona que nos ha hecho daño cómo nos hemos sentido y hacerle ver cómo reprobamos su actitud.

Si esta persona no nos hace bien en nuestra vida, es mejor apartarla de ella. Si, por el contrario, es alguien a quien valoramos, entonces es mejor aclarar aquello que nos ha hecho daño y perdonar.

No obstante, y como decíamos, más allá de la relación con esta persona está la relación que tenemos con nosotros mismos. Para ello debemos tener claro (y dejárselo a las personas que nos rodean) cuáles son nuestros límites y qué situaciones no estamos dispuestos a soportar ni a perdonar.

Aquí entra en juego la asertividad, que no es más que saber decir no cuando alguien intenta aprovecharse de nosotros y saber defender nuestros derechos y deseos. Haciendo un buen trabajo en nosotros mismos, no necesitaremos vengarnos de nadie incluso en el caso de que nos haya hecho un importante daño.

Debemos ser conscientes de que no podemos controlar cómo actúen los demás, pero sí de cómo sus conductas nos afecten. Al fin y al cabo, somos responsables de nosotros mismos y es a nosotros a quienes tenemos que rendir cuentas.

En definitiva, la venganza provoca un sentimiento negativo que no nos aporta nada positivo ni nos deja avanzar de ninguna forma. Ni en el momento de desearla, ni una vez esta se consuma, no sentiremos más que una falsa sensación de placer momentáneo que no es más que un autoengaño. Así que es mejor olvidarse de ella y centrarse en uno mismo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario