miércoles, 13 de marzo de 2019

80 frases de Platón maravillosas


Platón (427 a. C. – 347 a. C.) fue un filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles. Fundó la “Academia”, institución que funcionó a lo largo de más de novecientos años y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación. No te pierdas esta gran selección de frases de Platón que te harán ver el mundo de muchas formas distintas.

Frases célebres Platón

Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz.


La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco.

La libertad está en ser dueños de la propia vida.

El comportamiento humano se deriva de tres fuentes principales: el deseo, la emoción y el conocimiento.

Todo es flujo, nada se queda quieto.

Aprendiendo a morir se aprende a vivir mejor.

La necesidad, es la madre de la invención.


Nunca hay desanimar a nadie que continuamente hace progresos, no importa lo lento que vaya.

La ignorancia es la raíz y el tronco de cada mal.

Cualquier hombre puede fácilmente hacer daño, pero no todos los hombres pueden hacer el bien a otro.

El hombre es un ser en busca de sentido.

Palabras falsas no sólo son malas en sí mismas, sino que infectan el alma con el mal.

El principio es la parte más importante del trabajo.

Todo lo que sé es la medida de mi propia ignorancia.

De todos los animales, el niño es el más difícil de manejar.

Todo lo que se llama estudiar y aprender no es otra cosa que recordar.

La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo.

El hombre inteligente habla con autoridad cuando dirige su propia vida.

La medida de un hombre es lo que hace con el poder.

Si bien buscas, encontrarás.

La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.

Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios.

El carácter es simplemente un hábito largo y continuado.

Las buenas acciones nos dan fuerza a nosotros mismos e inspiran las buenas acciones de los demás.

La escritura es la geometría del alma.

Hay en cada uno de nosotros, incluso aquellos que parecen ser los más moderados, un tipo de deseo que es terrible, salvaje y sin ley.

La mejor tumba es la más sencilla.

Si se espera que las mujeres hagan el mismo trabajo que los hombres, debemos enseñarles las mismas cosas.

Los sabios hablan porque tienen algo que decir; los tontos porque tienen que decir algo.

Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.

Si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos.

En torno de la esencia está la morada de la ciencia.

En todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso.

Un recipiente vacío hace el sonido más fuerte, por eso los que tienen un menor ingenio son los más grandes charlatanes.

La muerte no es lo peor que le puede pasar a los hombres.

Lo que se mueve por sí mismo es inmortal.

Los hombres viven celosos de la inmortalidad.

El hombre embrutecido por la superstición es el más vil de los hombres.

De virtud hay una especie, de maldad, muchas.

No es en los hombres, sino en las cosas mismas, donde es preciso buscar la verdad.

Frío e insípido es el consuelo cuando no va envuelto en algún remedio.

Así como los ojos están formados para la astronomía, los oídos lo están para percibir los movimientos de la armonía.

El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos.

Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.

El tiempo es la imagen de la eternidad en movimiento.

El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.

Teme a la vejez, pues nunca viene sola.

Tres facultades hay en el hombre: la razón que esclarece y domina; el coraje o ánimo que actúa, y los sentidos que obedecen.

La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza.

Los espíritus vulgares no tienen destino.

Es necesario diferenciar las cosas: lo que siempre existe sin haber nacido, y lo que siempre está comenzando sin jamás llegar a ser.

Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad.

No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.

La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al ser.

Donde reina el amor, sobran las leyes.

Es el precio que los buenos hombres pagan por la indiferencia hacia los asuntos públicos que son gobernados por hombres malvados.

El amor es una enfermedad mental grave.

Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta.

Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos.

La buena fe es el fundamento de toda sociedad, la perfidia es la peste.

El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano.

La burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.

El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido.

Son filósofos verdaderos aquellos a quienes gusta contemplar la verdad.

El virtuoso se conforma con soñar lo que el pecador realiza en la vida.

Todo lo que nace proviene necesariamente de una causa; pues sin causa nada puede tener origen.

¿Quién es, pues, el creador y padre de este Universo? Difícil es encontrarlo; y cuando se ha encontrado, imposible hacer que la multitud lo conozca.

El más importante y principal negocio público es la buena educación de la juventud.

Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.

El legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos.

Lo que no sé, tampoco creo saberlo.

Los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo.

No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe.

Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; demasiada severidad, y demasiada dulzura.

La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo.

Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.

Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo.

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