domingo, 21 de octubre de 2018

Las palabras son tan importantes como los hechos.


Las personas estamos hechas de palabras, que no son otra cosa que la materialización de las ideas. Y las ideas materializan la cultura. Nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo gracias a esa cultura, a esas ideas, a esas palabras. Por eso, la palabra está en la esencia misma del ser humano y tiene una incidencia determinante.

“Una sola palabra tiene el poder de influenciar la expresión de los genes que regulan el estrés, tanto a nivel físico como emocional”.
-Andrew Newberg-

Las únicas palabras que se lleva el viento son aquellas que no nos competen. En cambio las que tienen que ver con nosotros, o con nuestros imaginarios, sí que calan dentro. No se van. Se quedan allí, moldeando nuestros sentimientos y emociones, nuestra conciencia. Hoy por hoy podríamos decir que las expresiones verbales son tan o más importantes que los hechos concretos. 

El lenguaje y su impacto en el cerebro 

Uno de los asuntos más interesantes es que la neurociencias han descubierto que toda expresión hablada genera diversas reacciones en el cerebro. Tanto las palabras positivas como las negativas generan modificaciones observables. Uno de los estudios más completos al respecto lo realizaron los psiquiatras Mark Waldman y Andrew Newberg, autores del libro Las palabras pueden cambiar tu cerebro. 

Entre otros aspectos, esta obra señala que se comprobaron curiosas reacciones cerebrales frente a las palabras “sí” y “no”. Cuando una frase comienza con la palabra “No”, el cerebro comienza a segregar más cortisol, la hormona del estrés. A su vez, si la frase comienza con un “Sí”, hay mayor liberación de dopamina, la hormona del bienestar.

Así mismo, un experimento llevado a cabo en la Friedrich Schiller University mostró que las expresiones afectuosas y positivas activan la corteza prefrontal dorsomedial del cerebro. Esta zona está relacionada con la autoimagen y la toma de decisiones emocionales. Dicho de otro modo, las palabras confortables y amorosas mejoran la percepción que tenemos de nosotros mismos y facilitan nuestras decisiones emocionales. 

Las palabras positivas y negativas 

Llamamos “palabras negativas” a aquellas que envían un mensaje violento o agresivo y que de una u otra manera resultan destructivas para alguien. Este tipo de palabras, al parecer, tienen un impacto más fuerte y duradero en las personas, que las expresiones positivas. Tan es así que basta con leer varias palabras negativas durante algunos segundos para aumentar el nivel de ansiedad. Palabras como “muerte”, “enfermedad”, “tristeza”, “dolor”, “miseria”, etc., generan ese incremento. 

Hay algunos estudios según los cuales el efecto de una palabra negativa no es equivalente al de una palabra positiva. Esto es particularmente cierto cuando la palabra negativa se dirige abiertamente a la persona y a sus características. Se estima que para diluir el efecto de una palabra negativa, se requieren cinco positivas. Entonces, no basta una disculpa. Hay que hacer mucho más que eso.

De otro lado, se han evidenciado interesantes fenómenos en el plano laboral. Por ejemplo, se ha comprobado que si un empleado recibe palabras de reconocimiento y valoración por su trabajo, con relativa frecuencia, tiende a comprometerse más con su labor. También tiende a ser más cooperativo y productivo.
Cuidar lo que se dice

En promedio, una persona dice algo así como 70.000 términos por día. Como es un acto tan frecuente y cotidiano, terminamos restándole el valor que tiene. Y, sin embargo, es la esencia misma de lo que somos y la base misma de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. El uso adecuado de las palabras tiene un gran potencial para hacer mejores o peores nuestras vidas.

Es importante cuidar la forma de usar el lenguaje. Muy especialmente en situaciones tensas, de conflicto o de malestar interno. En este caso no solo nos referimos al cuidado de lo que le decimos a los demás, sino también de lo que nos decimos a nosotros. A veces simplemente necesitamos de un momento de silencio para encontrar las palabras que mejor pueden expresar lo que pensamos o sentimos. 

El potencial de la palabra es enorme. El psiquiatra colombiano Carlos Cuéllar recomienda comenzar y terminar el día dando gracias por estar vivos. Señala que ese solo acto suele mejorar considerablemente nuestra salud física y mental. Hagamos de la palabra una aliada para nuestro bienestar y no una trampa para hundirnos.

Edith Sánchez
Atrévete a ser feliz.

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