sábado, 28 de abril de 2018

A quienes no pueden perdonar.Por Vivi Cervera.



En una película que narra la historia de un grupo de hombres que en su niñez habían sido abusados sexualmente por sacerdotes y que se habían reunido para reclamar justicia, hay una escena impresionante. Uno de los hombres abusados cuenta cómo se presentó en la habitación del sacerdote que lo había maltratado, el cual estaba hospitalizado y esperando la hora de su muerte. Aquí está mi interpretación:

El muchacho se le acercó y con lágrimas en los ojos le habló de todo lo que había sufrido por su culpa. El sacerdote moribundo, no se inmutaba, parecía saber que esto vendría, parecía esperar la llegada de este instante y de hecho parecía estar a gusto imaginando que alguien pudiera entrar armado y le quitara la vida de un disparo. Supongo que imaginaba que eso terminaría con su dolor de estar enfermo, con la tortura de estar vivo.

La escena toma un giro cuando el muchacho le dice que pese a lo sucedido no está ahí para reclamarle, sino para pedirle perdón. Perdóneme por todo el odio que le he tenido estos años. Dijo el muchacho. Y rezó por su salud. Fue en ese instante donde el sacerdote comenzó a llorar. La única palabra que pudo sacarle una lágrima fue PERDONAME. Lo único que pudo quebrar su defensa fue la luz que le llegó desde un corazón herido. Su propia luz.

Y aunque la palabra perdóname es hermosa y lleva con ella la inocencia de l@s niñ@s, este escrito no es para imponértela, ni para decirte que sólo a través de ella, tal como te fue enseñado, podrás conocer el verdadero rostro del amor. Hay memorias o recuerdos que necesitan del tiempo para sanar y no puedes culparte por no haberlos dejado ir. No puedes ir en contra de la enseñanza que te está dejando el hecho de no haber podido dejar partir los dolores que carga tu alma y tampoco puedes creer que no eres lo suficientemente buen@ por observar con tristeza que tus heridas después de tanto tiempo, continúan abiertas.

El perdón es camino, es horizonte, y también es un punto de llegada. Quizás para ti sea camino y te sea preciso recorrerlo, encontrarte en él, aprender, aprender, aprender. Tal vez se convierta en tu horizonte y comiences a anhelarlo para sentirte mejor. De pronto sea tu punto de llegada y aterrices mágicamente en él sin proponértelo. Es entonces cuando tu alma te dirá que estás list@ para perdonarte a ti mism@ por haber creado inconscientemente un pensamiento que le dio vida a un momento doloroso. Y si tu alma trae con ella más lecciones, te dirá que la luz siempre viene del auto perdón, que perdonar a alguien es egoísta porque tú en algún punto del tiempo convocaste inconscientemente ese encuentro doloroso y por esto no tienes el derecho de convocar a tus pensamientos disfrazados de personas o situaciones, para luego culparles.

Para cruzar hacia ese lado, generalmente es necesario hacer el curso de la vida y no criticarse por estar en la primera lección, que consiste en sentirte lastimad@ o tan profundamente herid@, que la única forma de tomar aire es culpando a los demás. Eso así, es preciso vivirlo. Esa lección es preciso tomarla y respetarla por todo lo que te dará. Tal vez en esos momentos de lágrimas no lo notes pero con el tiempo sabrás que tuviste que pasar por ahí para aprender a perdonarte. Ese es el principio del amor por ti.

Las lecciones continuarán y algunas veces te sentirás despojad@ de esa carga y otras veces la llevarás en tu espalda. Caerás y te levantarás hasta que finalmente aceptes que todo eso tuvo que suceder para que aprendieras a vivir, para que pudieras llegar hasta aquí. En la última lección (para la cual esperarás con la misma paciencia con la que esperaste nacer) aceptarás que quien te lastimó eres tú en otra persona, y que al liberarla de su carga, también te liberarás tú. Entonces serás libre.

Mientras tanto bendecirás el camino de dudas, de miedos, de lágrimas, de odios que tienes en frente de tus ojos, lo recorrerás con indulgencia hacia ti y finalmente llegarás a donde tenías que estar. No luches con lo que llega, déjalo pasar. Si llega el enojo permítele pasar, si llega el reproche también, deja pasar todo esto con la frase TE AMO.

Cuando ya las lecciones terminan, descubres que no había nada que perdonar. Ni siquiera el camino de lágrimas que valientemente has recorrido.

Se te ha enseñado que sólo Dios puede perdonar, pero ¿Dónde está Dios? ¿Acaso de compras en Plutón?. No amig@, no es por ahí. Dios está en ti, es por eso que cuando te es permitido, puedes elegir.

Gracias por leerme.

http://vivicervera.com


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