sábado, 21 de abril de 2018

70 frases de Jacinto Benavente sobre el amor y la vida.


Jacinto Benavente y Martínez (1866 – 1954) fue uno de los primeros dramaturgos españoles del siglo XX. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1922.

Este prolífico autor, abordó casi todos los géneros teatrales: tragedia, comedia, drama, sainete, al igual que todos los ambientes sociales, tanto el rural como el urbano, el plebeyo y el aristócrata. Su teatro constituye una galería completa de tipos humanos. Su comedia era crítica, costumbrista, moderna e incisiva, alejada del melodrama tradicional. Se dice que el realismo, la naturalidad y la verosimilitud son los tres pilares de su arte. Conocía perfectamente todos los recursos escénicos y sabía dar relieve dramático a las acciones más intrascendentes.

No te pierdas esta fantástica recopilación de algunas de sus mejores citas.
Citas célebres de Jacinto Benavente

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Todos piensan que tener talento es una cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte puede ser una cuestión de talento.

En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo.

Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.

Cuando no se piensa lo que se dice es cuando se dice lo que se piensa.

Una hora de alegría es algo que robamos al dolor y a la muerte, y el cielo nos recuerda pronto nuestro destino.

Bienaventurados los que nos imitan porque ellos heredarán nuestras faltas.

No hay nadie tan elocuente como uno mismo cuando quiere persuadirse de lo que le conviene estar persuadido

El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada, sin exigirle a cambio la nuestra.

El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.

Ser feliz es cuestión de práctica.

El que está celoso, nunca está celoso de lo que ves, con lo que se imagina es suficiente.

El dinero no puede hacer que seamos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo.

Los libros son como los amigos, no siempre es el mejor el que más nos gusta.

El amigo que sabe llegar al fondo de nuestro corazón, ése, como tú, ni aconseja ni recrimina; ama y calla.

Al amor lo pintan ciego y con alas. Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos.


La naturaleza es generosa, y a la vejez nos quita el sueño para regalarnos un poco más de vida.

Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia.

Lo más parecido a la mentira es el silencio, cuando se calla lo que no se quiere decir.

Cuanto más reduzcamos el tamaño de nuestro mundo, más seremos sus maestros.

Una idea obsesiva siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo el cerebro.

Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.

Piense usted que siempre es más noble engañarse alguna vez que desconfiar siempre.

La vida nos dice en sus lecciones que, alguna vez, para ser bueno, hay que dejar de ser honrado.

Es más fácil ser genial que tener sentido común.

Nada fortifica tanto las almas como el silencio; que es como una oración íntima en que ofrecemos a Dios nuestras tristezas.

Una cosa es continuar la historia y otra repetirla.

A los amigos no se les debe pedir nunca nada. Es el único medio de conservarlos. El dinero se les pide a los enemigos. Es el modo, también, de conservarlos.

El único modo de que la gente no crea en algo malo es porque le convenga creer en algo peor.

Creedlo, para hacernos amar no debemos preguntar nunca a quien nos ama: ¿Eres feliz?, sino decirle siempre: ¡Qué feliz soy!

Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor.

Para comprender el dolor no hay inteligencia como el dolor mismo.

En asuntos de amor los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca.

Hay silencios discretos que hieren más que una indiscreción imprudente.

El peligro del amor no está en las flechas que nos tira, sino en la venda que nos pone…


La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe.

Lo mejor es darle a los demás un papel agradable en la vida, para que lo representen bien.

Tendremos una casita tan pequeña, que a poquita felicidad que entre en ella la llene toda.

Sólo temo a mis enemigos cuando empiezan a tener razón.


Dicen que me burlo de todo, me río de todo, porque me burlo de ellos y me río de ellos, y ellos creen ser todo.

Somos demasiado inexorables al juzgar a los demás cuando nos creemos sin culpa; solo el pecador debiera juzgar a los pecadores.

El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.

El que está celoso, nunca está celoso de lo que ve, con lo que imagina es suficiente.

Comienza tu obra; comenzar es haber hecho la mitad; comienza de nuevo, y la obra quedará terminada.

Muchas veces, el que nos crean mejores de lo que somos nos obliga a serlo.

Nuestra vida no es nunca lo que hemos querido, sino lo que hemos tenido que dejar de querer.

Poco bueno habrá hecho en su vida el que no sepa de ingratitudes.

La vanidad hace siempre traición a nuestra prudencia y aún a nuestro interés.

El amor es como el fuego. Ven antes el humo los que están fuera… que las llamas los que están dentro.

El divorcio es ridículo. Además, suprime la única seguridad del matrimonio, la de no poder volver a casarse.

Nunca se piensa más que cuando parece que no piensa uno en nada.

Las mujeres aman, frecuentemente, a quien lo merece menos; y es que las mujeres prefieren hacer limosna a dar premios.

El dinero es como el agua; por muy limpio que sea su origen, al correr pasa por muchos lodazales y no llega siempre limpio a nuestras manos.


La estimación depende de creer o no creer en quien se estima; el amor, ésta es su tragedia, aunque no crea, ama.

Dios castiga en los hijos las culpas de los padres, porque sabe que no hay mayor dolor para los padres que el dolor de los hijos.

Eso de que el dinero no da la felicidad son voces que hacen correr los ricos para que no los envidien demasiado los pobres.

En amor sienta bien a los hombres algo de timidez. La timidez del hombre hace más atrevidas a las mujeres.

El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor.

Los amores son como los niños recién nacidos; hasta que lloran no se saben si viven.

La cultura es la buena educación del entendimiento.

El amor es lo más parecido a la guerra, y una guerra en la que es indiferente vencer o ser vencido, porque siempre se gana.

En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero.

Tengo observado que todos los que no pueden tolerar una mala palabra de los superiores son los que más suelen prodigarlas con los inferiores.

Los dictadores pueden reformar las leyes; pero no las costumbres.

El perdón es siempre una humillación y tarde o temprano acabamos por odiar al que ha tenido algo que perdonarnos.

En cada niño nace la humanidad.

No hay sentimiento que valga; el amor es una ocupación como otra cualquiera.

La admiración no interroga nunca; con admirar comprende.

Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser nunca más que la venganza de los cobardes.

La educación no es cosa de un día ni de dos… He conocido familias mal educadas hasta la quinta generación. Es la enfermedad más hereditaria.

Creer y crear son palabras distintas. Pero cuando dices con toda tu alma: ¡Creo, creo!, creer y crear es lo mismo.

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