domingo, 11 de marzo de 2018

Las cosas no comenzarán a sucederte hasta que no creas que las mereces…


Si pudiéramos hacer memoria de la cantidad de oportunidades desviadas, personas alejadas, situaciones evadidas, a causa del mal hábito de no creernos merecedores de ello, el ser humano tiene la costumbre de irse a los extremos, están aquellos que se creen merecedores de todo y más y aquellos que jamás se sienten dignos o merecedores de lograr lo que solo dejan al alcance de sus sueños.

Si tan solo entendieramos por un instante, que el universo se abre a nuestros deseos, que cada pensamiento es una petición que se eleva, que esa sabia creencia de que todo confluye y conspira para ordenar nuestro camino, representa una gran verdad, y en la mayoría de los casos se consigue con una gran traba, y es que no nos creemos merecedores…

El ejemplo más sutil y directo, lo encontramos en las relaciones amorosas, muchas personas están atadas y sujetas a relaciones que les brindan principalmente sufrimiento, y la causa real de esta tortura prolongada, radica en no ser capaces de aceptar que merecemos un cambio, de creer que alguien mejor puede complementar nuestra vida, de no sentirnos merecedores de atraer nada más a nuestra vida.



Permanecemos en los trabajos, sofocados por los abusos, aburridos por la falta de productividad y aturdidos con las rutinarias y trilladas ideas y procedimientos, pero nosotros mismos cohartamos la idea de ser merecedores de un mejor empleo o de ser capaces de iniciar una transformación en el actual empleo.

Recibimos un reconocimiento, ganamos un premio, obtenemos un logro o algo similar, y entonces nos llenamos de desconfianza, nuestra mente comienza a sentirse en peligro y a buscar intereses ocultos, cuando en realidad lo que necesitamos es ser capaces de reconocernos a nosotros mismos y saber y aceptar, que merecemos eso y mucho más.

Entonces llega ese instante en el que las cosas dejan de fluir…todo se detiene de cierta forma, nada pasa, nos sumergimos en la monotonía, nos llenamos de impaciencia ante aquello que no llega y en el peor de los casos, perdemos la fe y la esperanza, entonces aquella rueda impulsora de nuestra vida, comienza a dar marcha atrás, en retroceso, a sumar depresiones, tristezas, resentimientos, cuando en realidad lo que necesita en romper la cadena que la ata y le impide el avance.



No comienzan a sucedernos las cosas, los cambios, las transformaciones, hasta que con humildad no aceptamos que las merecemos y si en el fondo de nuestra alma, no podemos creernos merecedores, entonces es de virtuosos revisar la causa que origina tal efecto.

RINCON DEL TIBET

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