lunes, 26 de febrero de 2018

Una desilusión no es más que lo que necesitas para salir del lugar incorrecto.




Una desilusión nunca puede ser bien recibida, partiendo del simple hecho de que por lo general lastima, genera dolor, decepciona, nos hace perder la fe en alguien. Una vez que ocurre nada vuelve a ser como antes, hemos pisado tierra y volver a flotar por la misma persona o situación se torna prácticamente imposible.

Podemos ver la parte menos negativa del asunto y sacar de la desagradable situación el mayor bien posible. Lo positivo del asunto es que cada desilusión coloca frente a nosotros la posibilidad de conocer a la persona o a la circunstancia que nos ha puesto en esa situación, nos permite tener más información que podremos utilizarla para tomar la decisión de quedarnos o irnos de un lugar, bien sea físico o emocional.

Muchas veces tenemos la certeza de estar en el lugar más conveniente, confiamos en que estamos con las personas correctas, en que estamos sembrando algo positivo para nosotros para cosechar lo mejor y de pronto nos vemos sorprendidos por esa decepción que nos hace reformular nuestras decisiones, que nos hace sentir que lo que hemos invertido no ha valido la pena y de una manera u otra nos damos cuenta de que esa desilusión era justo lo que necesitábamos para salir de ese lugar, para alejarnos de esa situación, para abrirnos paso a través de otros caminos.

Recién ocurrida la desilusión esto no es sencillo de apreciar, solo sentimos el dolor profundo y nos cuesta mucho sacar ventaja de lo ocurrido, solo a través del tiempo logramos abrir los ojos, apreciar e inclusive agradecer haber estado expuestos a esa vivencia que nos generó tanto malestar.



Una vez que podamos mirar atrás sin dolor, sin que se nos arrugue el corazón, es cuando habremos superado aquello que nos lastimó y solo así, podremos hacer una evaluación objetiva y constatar que fue eso, lo que nos hizo daño, lo que nos llevó a alejarnos de esa persona que no nos convenía, que nos permitió abrir nuestro corazón a alguien más, que nos empujó a movernos más allá de lo cómodo y de lo conocido… Y entenderemos en este momento que ese dolor no fue más que un favor de la vida para liberarnos de algo perjudicial.

RINCON DEL TIBET.

Doris Hernandez


http://www.reflexiones.life

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