sábado, 5 de noviembre de 2016

El bazo: una central de comunicación energética.


El bazo está situado en la base del pulmón izquierdo. Es un centro de distribución de energía, con un papel muy importante dentro del sistema inmunitario. Su función consiste en transformar la sangre, destruyendo los glóbulos rojos usados y fabricando otros nuevos. Constituye un depósito sanguíneo que en caso de necesidad puede liberar glóbulos rojos a la circulación general y suplir eventuales pérdidas. Además tiene un papel destacado en la lucha contra la infección. Se puede seguir viviendo sin este órgano y cuando falta, es la médula ósea la que se encarga de compensar su pérdida.

Para la medicina tradicional china funciona como transformador de las energías del cuerpo y el espíritu. Durante muchos tiempo se consideró que era el responsable de la melancolía, el famoso spleen del inglés, que significa también apatía y desgana.
Para que pueda realizar sus funciones necesita calma, es por eso que se dice que la música lo armoniza. A nivel físico se encarga de aumentar nuestras defensas y a otro nivel nos procura protección confianza y seguridad. Al estar situado la lado izquierdo del cuerpo y jugar un papel tan importante en las defensas, la salud del bazo en muchas ocasiones es un indicador fiel de la percepción de protección que ofrece la madre.
Los problemas que suele sufrir vienen en forma de: contusiones, rupturas, inflamaciones (esplenitis), tumores y cánceres.
El bazo se debilita cuando vivimos la vida de un modo demasiado razonable, con excesivo respeto a las reglas y una gran necesidad de ajustarnos a las normas. No hay lugar para el placer y la diversión, carecemos de la alegría que tanto necesitamos. Puede que cara al exterior mostremos una cara alegre pero estemos llorando por dentro. Una señal de que el bazo está dejando de funcionar es la palidez de los labios, al tiempo que desaparece la alegría.
El bazo puede mostrar problemas cuando vivimos serios y muy preocupados por nuestros asuntos profesionales y materiales, obsesionados con el miedo a fallar y a no saber.
Deberíamos entender que cada día sembramos semillas de una cosecha que recogeremos en el futuro. Todo lo que podemos hacer es seleccionar las mejores semillas que tenemos, labramos la tierra donde vamos a plantarlas y después las cuidamos esperando relajados…
Hemos hecho lo que estaba en nuestra mano, hacemos la obra, desentendiéndonos de los resultados de la misma que ya no dependen exclusivamente de nosotros.
Una terapia sanadora para el bazo sería la confianza, en uno mismo y en el mundo, pero también lo sería la risa. Todos los días encontrar una enorme carcajada. Demostrado está que reír con ganas refuerza el sistema inmunológico y el movimiento del diafragma cuando nos reímos estimula beneficiosamente el bazo.
Fuente: Plano sin Fin

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