miércoles, 8 de julio de 2015

LA VIDA IMPERSONAL. Joseph S. Benner. Capítulo II


CAPÍTULO II
AQUIÉTATE Y SABE

48. Ahora, a fin de que puedas aprender a conocerMe, en tal forma que puedas estar seguro de que Soy Yo, tu propio y verdadero Ser, Quien habla estas palabras, debes, primero, aprender a Aquietarse, es decir, a sosegar tu mente y
serenar tu cuerpo humano, y todas sus actividades, de manera que no seas ya consciente de ellos.

49. Puede ser que todavía no seas capaz de hacer esto.

50. Pero Yo te enseñaré como lograrlo, si es que realmente quieres conocerMe, y estás deseoso de probarlo, para cuyo efecto debes confiar en Mí, y obedecerMe en todo lo que desde ahora te pida.

51. ¡Atiende!

52. Trata de imaginar que el "Yo" que habla a través de estas páginas es tu Ser Superior o Divino, que está dirigiéndose y exhortando a tu mente e intelecto humanos, a los que debes considerar, por el momento como si fueran una
personalidad separada. Tu mente humana está de tal modo constituida, que no puede aceptar nada que no se ajuste a lo que antes ya haya experimentado o aprendido, y que su intelecto no considere razonable. Por tanto, al dirigirte a ella,
siempre emplearás los mismos términos o expresiones que más claramente expliquen a tu intelecto las enseñanzas que necesite comprender, antes que la mente pueda despertar a la conciencia de lo que quieres darle a entender.

53. Lo cierto es que este "Yo" eres tú mismo, tu Verdadero Ser. Tu mente humana ha estado, hasta hoy, de tal modo absorta en la tarea de suministrar a su intelecto y cuerpo toda clase de complacencias egoístas, que no ha tenido tiempo
de relacionarse con el Real Tú, su verdadero Amo y Señor. Y tú, por otra parte, has estado tan interesado en las sensaciones de tu cuerpo e intelecto, y te has sentido tan afectado por sus placeres y sufrimientos, que has llegado a creer que Tú eres tu cuerpo e intelecto, en razón de lo cual te has olvidado casi de Mí, tu Ser Divino.

54. Pero sabe que YO no SOY tu intelecto ni tu cuerpo, y precisamente este Mensaje lleva en sí la finalidad de enseñarte que Tú y Yo somos Uno. Las palabras que Yo aquí hablo tienen por mira principal el despertarte la conciencia
de este gran hecho.

55. Mas tú no podrás darte cuenta de esta verdad, sino hasta que logres salir de la conciencia de ese cuerpo e intelecto que te crees ser, conciencia a la cual has estado sujeto por tanto tiempo. Tú debes, primero, sentirMe en tu interno, antes de que puedas saber de cierto que YO SOY (o estoy) ahí.

56. Ahora bien, a fin de que puedas llegar a abstraerte por completo de tu mente y sus pensamientos, así como de tu cuerpo y sus sentidos, y puedas, de esa manera, sentirMe en tu interno, se hace necesario que, asidua y engañosamente, obedezcas estas Mis instrucciones.

57. Siéntate, y permanece quieto, de manera que desaparezca toda tensión de tu cuerpo (o sea, no teniendo los músculos en tensión), y, cuando te sientas completamente tranquilo y descansado, deja que en tu mente penetre el significado de estas palabras:

58. “¡Aquiétate! –y SABE – YO SOY Dios”.

59. Sin pensar, deja también que este Mi Divino Mandato penetre muy hondo en tu Alma. Deja también que, sin esfuerzo o ingerencia alguna de tu parte, entren
libremente a tu mente cualesquiera impresiones que le lleguen. Toma nota, sin embargo, cuidadosamente, de la importancia de ellas, porque SOY YO el que, de
lo interno de ti mismo, te está instruyendo por medio de dichas impresiones. Y entonces, cuando algo de vital significación comience a alborear en tu conciencia,
habla estas Mis Palabras, lentamente, imperativamente, dirigiéndolas a cada célula de tu cuerpo, a cada facultad de tu mente, con todo el poder que conscientemente posees.

60. “¡Aquiétate! –y SABE – YO SOY Dios”.

61. Háblalas tal como aparecen escritas (haciendo las pausas que indican las rayas), tratando de darte cuenta de que el Dios, que está en ti, impone y exige de tu ser mortal implícita obediencia.

62. Medítalas profundamente, y busca en ellas hasta descubrir su oculta potencia.

63. Cavílalas hondamente; llévalas contigo a tu trabajo diario, cualquiera que éste sea. Has de ellas el factor dominante y vital de todas tus labores, de todos tus pensamientos creadores.

64. Dilas mil veces al día.

65. Hasta que logres descubrir todo Mi más intimo significado;

66. Hasta que cada célula de tu cuerpo se estremezca gozosa, y, respondiendo al mandato: "¡Aquiétate!", instantáneamente obedezca.

67. Hasta que cada pensamiento errabundo que ronde por tu mente se apresure a desaparecer en la nada.

68. Cuando así sea, a medida que esas Palabras repercutan en las profundidades de tu ser, ya ahora vacío y libre de toda sensación personal.

69. Entonces, conforme el Sol del Conocimiento comience a brillar en el horizonte de tu conciencia.

70. Sí, entonces, te habrás de sentir henchido de un maravilloso y extraño Hálito, que te llenará de pies a cabeza, y que no podrán contener tus sentidos, por el estado de éxtasis que ello te producirá; entonces vendrá a ti, oleada tras oleada, de un enorme e irresistible Poder, el que, surgiendo de tu interno, te elevará hasta desprenderte casi de la tierra; entonces es cuando sentirás, en ti mismo, la Gloria,
la Santidad y la Majestad de Mi Presencia;

71. Entonces, y sólo entonces, SABRAS: YO SOY, DIOS.

72. Y cuando así Me hayas sentido en ti mismo, en esos momentos, cuando así hayas saboreado Mi Poder, escuchado con atención Mi Sabiduría y conocido el éxtasis de Mi Amor que todo lo abarca, entonces, ninguna enfermedad podrá
tocarte, ninguna circunstancia te hará flaquear, ningún adversario podrá vencerte.
Porque ahora tú ya SABES: YO ESTOY en lo interno; y, en adelante, para satisfacer tus necesidades, no tendrás sino que volcarte a Mí, poniendo toda tu confianza en Mí, y dejando que Yo manifieste Mi voluntad.

73. Y cuando de ese modo recurras a Mí, Me hallarás siempre como el remedio infalible y constantemente dispuesto a ayudarte en tus momentos de necesidad; porque de tal manera te haré sentir la Realidad de Mi Presencia y de
Mi Poder, que, para lograr cualquier cosa que necesites, sólo te bastará Aquietarte, y dejar que Yo sea el que haga lo que tú quieras hacer, ya sea ello sanar tus males o los de otros, iluminar tu mente, para que puedas ver con Mis ojos la Verdad que buscas o desempeñar perfectamente tareas que antes te parecían casi imposibles de acometer.

74. Pero este Conocimiento, esta Realización de mi Presencia, podrá no venir desde luego. Aun quizá no venga en muchos años, y, sin embargo, puede venir mañana mismo.

75. Ello no depende más que de Ti, sólo de Ti.

76. No de tu personalidad, con sus humanos deseos y humana comprensión; 

77. Sino del YO SOY en ti; es decir, de Dios en tu interno.

78. ¿Quién es el que hace que el capullo se abra en flor?

79. ¿Quién hace que el polluelo rompa el cascarón?

80. ¿Quién determina el día y la hora?

81. Es el acto consciente y natural de la Inteligencia interna en ellos, o sea de Mi Inteligencia puesta en acción por Mi Voluntad, lo que hace fructificar Mi Idea, expresándola en la flor y en el polluelo.

82. ¿Pero tuvieron la flor y el polluelo que hacer algo de sí mismos para lograr tal cosa?

83. No, nada; solamente sometieron o unificaron su voluntad a la Mía, dejando que Yo, con Mi Sabiduría, determinara la hora y el punto de madurez para entrar en acción; y fue entonces precisamente cuando, por el hecho de haber
obedecido el impulso de Mi Voluntad, pudieron hacer el esfuerzo y dar el paso adelante, para entrar en la Nueva Vida.

84. Tú, en cambio, intentarás mil y mil veces, dentro de tu personalidad, romper el cascarón de tu conciencia humana;

85. Pero de ello sólo resultará, si acaso, la ruptura de las puertas que Yo he colocado entre el mundo de las formas tangibles y el reino de los sueños intangibles; y, una vez que hayan quedado abiertas esas puertas, no podrás ya evitar, sino a costa de grandes dificultades y sufrimientos, la entrada de los intrusos a tus dominios privados.

86. Pero aun esto mismo, algunas veces, Yo también lo permito, a fin de que, por medio de tales sufrimientos, puedas alcanzar la fortaleza que te falta y la sabiduría que necesitas, para saber que, mientras no abandones todo deseo de conocimiento, de bondad, sí, aun de unión conMigo, con el propósito de beneficiarte sólo a ti mismo en lo personal, no podrás desplegar los pétalos de tu Alma, para mostrar la perfecta Belleza de Mi Naturaleza Divina, ni desasirte del
cascarón de tu humana personalidad, ni dar el paso hacia adelante, para entrar a la gloriosa Luz de Mi Reino Celestial.

87. Por tanto, Yo te doy ahora, desde un principio, estas instrucciones, para que puedas ir aprendiendo la manera de reconocer-Me.

88. Y Yo te prometo, también, desde ahora, que si persistes y te esfuerzas seriamente en obedecer Mis instrucciones, aquí dadas, muy pronto habrás de conocerMe, y muy pronto, también, te haré comprender todo el contenido de Mi
Palabra, dondequiera que esté escrita, o haya la más leve huella de Ella, ya sea en libros o enseñanzas, en la Naturaleza o en los hombres, tus semejantes.

89. Si mucho de lo escrito en estas páginas te pareciere contradictorio, no lo deseches; por el contrario, busca, hasta encontrarlo, Mi verdadero significado, oculto en las palabras.

90. No pases a otro párrafo, ni a otro de los pensamientos de cada párrafo, sino hasta que se te haga enteramente claro todo lo que en ellos Yo quiero darte a entender.

91. Pero debes tener presente que toda tu búsqueda y todos tus esfuerzos deben descansar en una completa fe y confianza en Mi, tu Verdadero Ser, en lo interno, sin que te inquieten, para nada, los resultados; porque, sabe que éstos, todos están bajo Mi custodia, y, por tanto, Yo seré el que se haga cargo de ellos.
Tus dudas y tu inquietud no son sino de la personalidad, y si dejas que persistan, te habrán de conducir, tenlo bien en cuenta, tan sólo al fracaso y a la desilusión.


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