sábado, 18 de abril de 2015

EL CAMINO DEL CORAZÓN.


La mayoría de los seres humanos, debido a la identificación con su personalidad, vive en un círculo interminable entre pensamientos, emociones y experiencias. Este es un movimiento inconciente, mecánico; el movimiento del ego. Se sienten atrapados; hagan lo que hagan, finalmente el resultado es siempre el mismo. Es como si fuera una calesita; por más que por momentos pareciera que avanzas, luego vuelves al mismo lugar que antes. No ocurre nada especial, nada nuevo, nada deslumbrante. Nada que realmente te despierte, te eleve., te transforme. Prácticamente sientes y piensas todos los días lo mismo, y en consecuencia tu mundo externo no cambia demasiado. Vives convencido de que la felicidad son momentos. Estos momentos dependen de lo que te ocurra en la vida; si suceden cosas buenas, estás contento. Si suceden cosas que calificas como negativas (que se traduce como aquello que “no acepto o no comprendo”), entonces estás triste, enojado, o deprimido.
Pero la verdad es que vives en una prisión imaginaria, que por cierto parece muy real. Esta cárcel ha sido construida en base a tu historia personal y tus experiencias pasadas.
Cada persona tiene su propia cárcel. Algunas de esas cárceles son de máxima seguridad, de la cuales pareciera que es imposible escapar. Estas son propias de aquellos que ya han abandonado sus sueños, se han resignado a que “la vida es así” o “es lo que hay”.
Pero más allá del tamaño de la prisión que has construido, lo que tienen en común todas ellas es que son ficticias. Son un invento de cada mente humana; el resultado del cúmulo de experiencias vividas.
Te diré lo que ha ocurrido: has reducido a la basta existencia, a una pequeña e insignificante historia; la historia del yo. Tú historia. No eres capaz de discernir entre lo que es tu propia vida, basada en tus experiencias y condicionamientos, con lo que es la vida en sí, libre de toda identificación y forma.
Cuando tú te despiertas cada día, sabes que nada maravilloso va a ocurrir. Nada que te sacuda realmente. Puede parecer algo triste, pero ¿por qué habría de ocurrirte si nunca antes te ha ocurrido?. ¿de dónde puede provenir la maravilla sino es de dentro de tu propia alma?.
Todos los días son bastante similares. Tú única salvación pareciera que es encontrar el amor de tu vida, tener un hijo o ganar la lotería. Sólo allí podrías sentir algo intrínsecamente distinto, algo que te eleve y transforme, que te llene de dicha y alegría.
El escenario en el cual se desarrolla toda esta obra dramática es la mente; tú propia mente. La mente es un circuito cerrado, una repetición constante de todo lo conocido, lo familiar, independientemente de que esto sea positivo o negativo. Como has tejido a lo largo de tus experiencias circuitos neuronales en tu cerebro que se repiten una y otra vez, estás dando vueltas en círculos sin saberlo. No eres libre, por más que creas que lo eres. Quizás por momentos quieres escapar de esto que llamas “la realidad de todos los días”; pero has olvidado cómo lograrlo.
Esto es algo muy entendible, ya que nunca te han enseñado cómo hacerlo. No lo hicieron tus padres, ni tus maestros, ni tus amigos, y mucho menos los religiosos o los líderes del mundo.
El secreto para trascender esta obra de teatro tremendamente mezquina, reducida a momentos malos y momentos buenos, y transformarla en una vida llena de sorpresas, alegrías, amor, abundancia y renovada dicha; es tomar la decisión de abandonar la mente y comenzar a transitar el camino del corazón.
El camino del corazón es opuesto a todo lo que conoces hasta ahora. Es anti rutinario, anti familiar, lo cual no significa que no amarás más a tu familia, sino que trascenderás las cadenas de limitación que te han atado siempre a ella, convirtiéndote en alguien que no eres. Significa entrar en otra dimensión. No es un cambio de vida, es mucho más que eso. No se trata de ser simplemente más feliz; esto es poca cosa para el alma. Es una transformación radical de conciencia. Un despertar a la realidad que siempre estuvo frente a tus ojos y nunca has podido ver. Es comenzar a ser por primera vez tú mismo. Libre en verdad. Es el comienzo de una manera de percibir totalmente nueva, maravillosa, fresca, despierta y gratificante. Nada se repite, nada es monótono ni aburrido. Todos los días ocurre algo nuevo, algo trascendente y profundamente dulce.
Es la dulzura de Dios que comienza a despertar en tu interior.
Muchas personas creen seguir a su corazón cuando en realidad se han estado moviendo a través de sus heridas. Como alguna vez hicieron caso a lo que sentían y no les fue nada bien, decidieron abandonar ese camino por temor a volver a salir heridos. Este es el caso de mujeres que decidieron no volver a enamorarse porque ya han sufrido demasiado “por amor”.
Un corazón herido sólo puede atraer a otro corazón herido. Esa es la historia de tu vida. De ahí surge tu falsa creencia de que la vida es dura, difícil, injusta, que la felicidad verdadera no existe, o de que has fracasado. El fracaso no existe. Lo que tú llamas fracaso es sólo tu incapacidad para ver la sabiduría infinita del alma que se esconde tras cada experiencia o prueba que te presenta para superar. No es posible atraer verdadero amor o felicidad desde un estado de carencia interna o necesidad.
Cuando te mueves a través del dolor, te generas más dolor y además generas dolor a otros.
El origen de tus problemas y de todo el sufrimiento que experimentas en el presente y has experimentado en el pasado, es el abandono. Es la grabación emocional más devastadora que existe. Este puede haber sido físico o emocional. Este abandono (que comenzó cuando tus padres no vieron quien eras realmente, no te escucharon, no jugaron contigo, no te dijeron “te amo”, y no te abrazaron y contuvieron cuando realmente los necesitabas), dejó en ti una herida abierta tremendamente profunda. Esa es la frecuencia que tú irradias, tu sintonía, el único motivo por el cual no puedes acceder a la dicha, la paz, la tranquilidad y la alegría que buscas.
Es por este abandono que has tenido que vivir desde la cabeza, desconectado de tu Ser, pensando sin parar, generándote stress y enfermedades psicosomáticas; es por este abandono que has asociado al amor con el sufrimiento; es por este abandono que no aparecen en tu vida personas puras de corazón e incapaces de dañarte, es por este abandono que te sientes vacío, solo, sin sentido, triste o deprimido, cuando aparentemente lo tienes todo. El abandono creó en ti la necesidad de buscar amor compulsivamente afuera, viajes, drogas, pareja, bienes materiales, deportes riesgosos; todo para sentir esa plenitud que tanto anhelas y que no sabes cómo sentirla estando en soledad y silencio.
Sólo puedes emprender el camino del corazón cuando hayas sanado en gran parte esta gran herida, o al menos seas conciente de este mecanismo por el cual atraes una y otra vez exactamente lo que no quieres a tu vida. Cuando seas capaz de ver con claridad esta búsqueda frenética y errónea de amor o placer, y no te pierdes en el engaño del ego que pretende hacerte creer que eres impotente para cambiar tu vida.
Cuando digo “corazón”, no me refiero a tus emociones. Tus emociones son condicionadas, cambiantes. Surgen la mayoría de las veces de tus estados mentales, de las voces inconcientes de tu ego. El corazón en cambio, es puro e inmaculado; es la morada de la divinidad. Allí no hay margen de error. Si aprendes a seguir su ritmo y fluir con él, no puedes fallar. No hay manera. No te puedes equivocar en nada, pues allí sólo hay silencio y armonía. Allí dentro viven todos los ángeles, y te están esperando.
Eso tienes que decidir. Esta es la decisión más importante de tu vida. O te atreves a sumergirte en las profundidades de tu corazón, donde jamás encontrarás sufrimiento de ninguna clase, (el sufrimiento siempre y sin excepción es mental), donde notarás la ausencia de todo temor, de todo pasado y futuro; donde te maravillarás con el gozo siempre renovado del Ser; donde te quedarás sólo y probablemente nadie te comprenda, pero a la vez estarás más acompañado que nunca; o sigues con tu vida normal cubierta de limitaciones, sobresaltos, problemas, momentos escasos de auténtica felicidad, buscando ciega y desesperadamente afuera lo que está siempre e inseparable contigo.
Yo te garantizo que si te adentras en tu corazón, no sufrirás jamás nuevamente.
Decídete, y sabe que en este salto al vacío, sólo te espera la dicha y la paz eterna. .
Luz y amor,
Lic. Fernán Makaroff

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