martes, 10 de febrero de 2015

El amor mantiene al mundo unido. Por Mary-Alice and Richard Jafolla.

A Minnie le hacía falta afecto. A través de los muchos años que ella y Homer habían estado casados, él nunca le había demostrado que la amaba. Un día Minnie no pudo contenerse y exclamo: “Homer, ¿por qué nunca me dices que me amas?” 
Homer replicó muy serio: “Minnie, cuando nos casamos te dije que te amaba. Si alguna vez cambio de opinión te lo comunicaré”.
Homer quizás pensaba que eso era suficiente —que el amor no necesita ser compartido. Pero estaba equivocado. El amor es el poder más grande en el mundo, pero requiere circulación continua para que pueda mantenerse fuerte y vital. Fue diseñado para ser expresado.
Si estamos receptivos al amor, vemos que ciertamente es el poder atrayente más fuerte de la creación. Nos une en un vínculo grandioso y maravilloso —todo parte del Dios único. 
Este amor nos propala hacia nuestro verdadero ser crístico, volviéndonos cada vez más conscientes de nuestra divinidad. A la larga, el amor es más fuerte que el odio y las guerras —las batallas personales y las internacionales.
Es el amor de Dios expresándose por medio de varias leyes naturales que mantienen a los planetas en sus órbitas y a nosotros en nuestra forma humana. El amor está en todas partes.
Pero a veces, nosotros los humanos ponemos condiciones a nuestro amor —amamos solamente a ciertas horas y a ciertas personas. Quizás sentimos que sólo podemos amar a las personas que nos aman o que son iguales a nosotros. Pero esto no es utilizar nuestro poder maravilloso del amor de la manera correcta. El hecho es que todo el mundo es como nosotros porque todos somos parte del Dios único. Dios en ti es el mismo Dios en toda otra persona, sin importar lo que parezca.
Si tenemos la intención de vivir como Dios quiere que lo hagamos, tenemos que comenzar por amar a todo el mundo. Amar menos que esto — ¿estás listo? — es no amar a Dios. Nuestra atención tiene que permanecer enfocada en la naturaleza crística de cada persona y no en las apariencias externas. No todos somos cortados con la misma tijera, así que siempre habrá diferencias externas. Pero todos somos hechos de la misma masa.
Cuando permitimos que la calidez de nuestro amor fluya de nosotros, o bendecimos a todos con él, el mundo entero —especialmente nuestro mundo inmediato— se convierte en un lugar mejor. Tratamos a todas las personas de Cristo a Cristo y nuestro amor se hace sentir en sus vidas. Amar como Dios ama es permitir que el amor fluya libremente, sin retenérselo a nadie. Esto es lo ideal y como la mayoría de estos principios universales, puede que todavía nos falte camino por recorrer. 
Mas cuando nos damos cuenta de que todo el mundo quiere amar y ser amado y que todo lo que la gente hace es un llamado a ese amor, comenzamos a sentir cómo surge hacia ella. En serio, se necesita mucha práctica para amar a todo el mundo, pero así es cómo Dios nos ama y es cómo se supone que debemos operar. Y he aquí un súper bono: Cuando eres una persona amorosa, la gente no puede evitar notar tu resplandor y amarte a cambio. 
El amor es un imán poderoso. Lo que quiera que amemos lo atraemos a nuestras vidas. Si amamos a Dios, atraeremos bendiciones. A la larga, cada uno de nosotros se dará cuenta de que es parte de los demás y nuestro amor llegará a todos porque todos somos uno.
Mary-Alice and Richard Jafolla
http://senderoespiritual.com/

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